¿Por qué no aprovechar la llegada del año nuevo, momento ideal para los buenos propósitos, para decidirnos a mejorar los aspectos de nuestra vida que no nos gustan o que nos perjudican? Veamos cómo.
Para alimentarse correctamente y mantenerse en el peso normal, es importante aportar al organismo los nutrientes necesarios: hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas, minerales y agua.
En una vida sana no debe faltar el ejercicio físico, se debe empezar de forma paulatina pero constante.
Es importante mantener la mente activa: quienes desempeñan actividades que requieren un esfuerzo intelectual conservan una mayor actividad mental al envejecer.
Los buenos propósitos son…
La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que bastaría con mantener una dieta sana, un peso normal y cierta actividad física a lo largo de la vida para prevenir un tercio de los casos de cáncer. En la otra cara de la moneda: una dieta inadecuada, la vida sedentaria y el tabaquismo causan hasta el 80% de cardiopatías coronarias prematuras.
Además, en los últimos años han aumentado los casos de depresión y ansiedad, el consumo de tranquilizantes, la tasa de suicidios y separaciones.
Ante estos datos, los hábitos de vida deben encaminarse a sentirse mejor con uno mismo, a disfrutar de los placeres sencillos (comer en familia, dar un paseo por la playa, charlar con un amigo…) y aprender a relativizar otros aspectos que a veces no nos dejan disfrutar de lo importante. Por este motivo, a continuación presentamos nuestra particular propuesta de buenos propósitos para el año que acabamos de estrenar.
Comer mejor (sano y equilibrado)
El objetivo no es adelgazar o mantener el “tipo” sino que el objetivo de una dieta equilibrada es más ambicioso: prevenir determinadas enfermedades y fortalecer nuestras defensas. Y es que, si la alimentación no es adecuada, puede ser causante de dolencias como la obesidad, hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, alteraciones óseas y articulares y algunos tipos de cáncer, entre ellos el de estómago.
Además, una mala alimentación también afecta a nuestro nivel de energía y estado de ánimo. Para alimentarse correctamente y mantenerse en el peso normal, es importante aportar al organismo los nutrientes necesarios: hidratos de carbono, proteínas, grasas, vitaminas, minerales y agua en una proporción adecuada. En este sentido, la dieta mediterránea es la que goza de más aceptación y la que se considera más completa, pues incluye todos los alimentos necesarios para comer de forma sana y equilibrada (cereales, verduras, frutas, legumbres, pescado, aceite de oliva…) Es importante reducir el consumo de grasas saturadas (bollería, embutidos, mantequilla…) e incluir más antioxidantes (frutas y verduras).
Bebe más agua
El cuerpo necesita hidratarse, por eso es importante beber agua (unos dos litros diarios). Además, ayuda a eliminar las toxinas acumuladas y mejora la función renal. A lo largo de la jornada se aconseja beber unos ocho vasos de agua; asímismo, resulta muy sano tomar dos en ayunas. Hay que tener en cuenta que al despertar hemos pasado muchas horas sin beber, por eso conviene consumir, a pequeños sorbos, uno o dos vasos de agua (nos permitirá hidratarnos y eliminar toxinas). También nos benefician las infusiones, caldos y zumos de frutas, siempre que sean naturales.
Mantenerse activos
En una vida sana no debe faltar el ejercicio físico ya que, entre sus múltiples beneficios, destacan el aporte de elasticidad muscular, la protección del corazón, el fortalecimiento del sistema inmunológico y la participación en una mayor oxigenación pulmonar y cerebral. Asimismo, su práctica regular ayuda a dormir mejor y sube el ánimo gracias a la liberación de determinadas hormonas, las endorfinas, responsables de la sensación de bienestar.
No es necesario entrenar con una elevada intensidad, basta con introducir pequeños cambios encaminados a la mejora de la condición física. Una vida activa ya es beneficiosa, pero si además añadimos la práctica de algún tipo de ejercicio físico deporte concreto de forma moderada y regular (al menos tres veces por semana) aumentaremos sus beneficios. Hay que tener en cuenta, eso sí, que cuando se inicia una actividad deportiva hay que hacerlo de forma paulatina, puesto que un ejercicio demasiado fuerte sin estar acostumbrados a ello podría perjudicarnos.
Abandonar el tabaco
Quizás la manera más impactante de demostrar por qué es importante dejar de fumar está en enumerar los beneficios que se consiguen a partir de, tan sólo, los 20 minutos de haberlo abandonado. Dejar el tabaco no es fácil porque implica una dependencia física pero vale la pena si tenemos en cuenta que…
A los 20 minutos, la presión arterial baja a su nivel normal y el ritmo cardiaco se equilibra.
A las ocho horas empieza a disminuir el riesgo de infarto y la sangre recupera su concentración de oxígeno.
A las 24 horas el monóxido de carbono desaparece del cuerpo.
A los dos días no se detecta nicotina en la sangre.
A la primera semana se recuperan el gusto y el olfato.
A los tres meses mejora la circulación y la función pulmonar recupera el 30% de su capacidad habitual.
A los tres meses la respiración mejora y desaparece la tos, la sensación de falta de oxígeno y la congestión.
El primer año, el riesgo de padecer un infarto se reduce a la mitad.
A los cinco años disminuye en un 50% el riesgo de cáncer de pulmón-
A los 10 años el riesgo se igual al de quien no ha fumado nunca.
Ejercitar la mente
Además del cuerpo, es importante mantener la mente activa. Diversos estudios aseguran que quienes desempeñan actividades que requieren un esfuerzo intelectual conservan una mayor actividad mental al envejecer. La curiosidad y realizar actividades como leer, escribir, practicar juegos de palabras, de mesa o crucigramas son actividades que contribuyen a mantener el cerebro en forma, evitando que se atrofie la memoria y demás habilidades intelectuales, pues obligan a pensar y a planear estrategias de resolución. En este sentido, también es importante reducir las horas dedicadas a ver la televisión ya que no precisa de ningún esfuerzo intelectual y, en exceso, atrofia la mente. Plantearse objetivos, tener la cabeza ocupada, planificar el futuro… son características que mantienen nuestra mente en forma.
Aparcar el estrés
El estrés es un mecanismo de defensa natural del organismo ante un estímulo. Ahora bien, si se sigue manifestando la misma sensación durante mucho tiempo o no existe un estímulo real que lo provoque, el estrés se cronifica y puede afectar seriamente a la salud de la persona. Sus consecuencias son fatiga, inapetencia, insomnio, nerviosismo, ansiedad, angustia, dolores de espalda y cuello… entre otros. Para evitar que nos afecte en nuestro día a día es importante:
- No intentar abarcar demasiadas actividades a la vez y centrarse sólo en aquéllas que es posible llevar a cabo. Reconocer que no podemos llegar a todo y establecer prioridades.
- Intentar dormir entre siete y ocho horas diarias.
- Cultivar más las relaciones sociales y familiares.
- No descuidar los ratos de ocio y utilizarlo en actividades que nos resulten placenteras y gratificantes, que nos aporten algo y nos ayuden a desconectar.
- En los momentos en que sintamos que las obligaciones y actividades nos sobrepasan, respirar profundamente y tratar de relajarnos, alejando de la mente los pensamientos negativos.
- Regalarnos momentos de bienestar: un masaje, un baño, una cena especial…
Pag de referencia http://www.mapfre.es/salud/esag
0 comentarios:
Publicar un comentario