ACTUACIÓN ANTE UNA CRISIS EPILÉPTICA
La epilepsia
es una enfermedad crónica del sistema nervioso central, que se manifiesta en
forma de crisis inesperadas y espontáneas, desencadenadas por una actividad
eléctrica excesiva de un grupo de neuronas hiperexcitables.
Para hablar de epilepsia hay que haber padecido, al
menos, dos crisis.
Las crisis epilépticas generalmente son
autolimitadas, lo que significa que terminan de forma espontánea sin necesidad
de que hagamos nada especial ni administremos ningún fármaco. Por tanto, en la
mayoría de los casos una persona diagnosticada de epilepsia no necesita acudir
a un servicio de urgencias después de una crisis epiléptica como las
habituales. Sin embargo, un paciente con epilepsia puede pasar por diferentes
situaciones que hagan necesaria una consulta urgente.
Por otro lado, es importante saber cómo auxiliar a un paciente que está
sufriendo una crisis convulsiva.
Primeros auxilios ante una
crisis convulsiva
Ante una crisis convulsiva no es necesario administrar ninguna medicación para que se detenga, ya que lo hace de forma espontánea pasados unos minutos. Pero esto no significa que no podamos hacer nada por ayudar a una persona que esté presentando una crisis:
Seguridad: lo primero, ante una persona inconsciente es colocarla en “posición de seguridad”, es decir, tumbarla de lado en una superficie lisa y amplia de la que no pueda caerse (lo mejor es el propio suelo), con la boca inclinada hacia el suelo para evitar que las secreciones o vómitos dificulten la respiración.
A continuación, es importante retirar todos los
objetos que estén alrededor, y poner algo blando bajo su cabeza, de manera que
evitemos posibles golpes y contusiones.
Mantener la
calma: es importante mantener un ambiente de calma para no precipitarnos y
tranquilizar a la persona que sufre la crisis cuando comienza a recuperar la
conciencia. También es importante mirar el reloj y comprobar la duración de la
crisis.
No
introducir nada en la boca: nunca debemos intentar abrirle la boca ni
introducir ningún objeto en la misma a una persona que esté presentando una
convulsión. En la fase tónica de la convulsión la respiración cesa durante unos
segundos debido a la contracción de los músculos respiratorios y después se
reanuda espontáneamente.
No sujetar: no se debe
sujetar a una persona que está convulsionando, pues podemos causarle daño, lo normal es que una crisis dure menos de cinco
minutos. Cuando finalice, es importante comprobar que la persona respire con
normalidad. Debemos permanecer a su lado hasta que la recuperación de la
conciencia sea completa, ya que es normal que tarde un tiempo en recuperar
gradualmente la consciencia y pase por una fase de confusión y desorientación.
Hay crisis parciales con desorientación y confusión
mental. En estos casos debemos mantenernos al lado del paciente,
tranquilizándolo y evitando sin violencia que pueda hacerse daño al moverse
desorientado.
Indicación de atención médica
Urgente después de una crisis epiléptica
Aunque en la mayoría de los casos no es necesario solicitar atención
médica urgente tras una crisis epiléptica de una persona con epilepsia
conocida, si se aconseja hacerlo en los siguientes casos:
– Si es la primera crisis epiléptica, o si hacía
mucho tiempo que ya no las presentaba. En caso de una primera crisis hay que
realizar una serie de pruebas para ver si la causa de la crisis es una
epilepsia u otro tipo de enfermedad.
– Si la persona que ha tenido la crisis no respira
con normalidad, especialmente si estaba comiendo cuando ha
presentado el episodio o si ha vomitado. Esto puede significar que parte del
alimento esté obstruyendo la vía aérea y es preciso que sea aspirado o retirado
por personal médico.
– Si ha sufrido algún golpe fuerte, sobre todo
en la cabeza o si presenta un dolor intenso al movilizar un brazo o una pierna,
ya que puede haber sufrido una contusión importante y presentar lesiones por el
traumatismo.
– Si asocia fiebre o síntomas de estar enfermo, ya que
puede presentar una infección que lo predisponga a presentar nuevas crisis y es
conveniente iniciar un tratamiento de dicha infección.
– Si la crisis ha ocurrido en el contexto de
vómitos o diarrea, ya que esto puede significar que la medicación
antiepiléptica no se está absorbiendo correctamente. En estos casos a veces
está indicado un tratamiento intravenoso para asegurar niveles adecuados de
fármaco en sangre.
– Si la crisis dura más de 5 minutos o si presenta
varia seguidas, especialmente si la persona no se recupera de
forma completa entre un episodio y otro.
-Si el paciente no recupera por completo la
conciencia después de la crisis.
Crisis en racimo o crisis
prolongadas
Las crisis suelen durar menos de
5 minutos. Esto ocurre porque existen ciertos mecanismos en el cerebro que hacen
que las crisis se detengan solas de forma espontánea. Por eso decimos que las
crisis “se autolimitan”
Desgraciadamente, en algunas ocasiones
dichos mecanismos fallan y la crisis no se detiene dentro del tiempo habitual.
Cuando esto ocurre es muy importante avisar a los Servicios de
Urgencias, ya que una vez superados los 5 minutos ya mencionados es difícil que
la crisis ceda de forma espontánea.
A veces las crisis se autolimitan en menos de 5 minutos, pero se
produce una nueva enseguida, incluso antes de que la persona se recupere por
completo. Estos casos pueden ser igual de graves que el anterior, por lo que
también es imprescindible la valoración médica urgente.
Estado epiléptico
Las crisis epilépticas que tienen una duración normal no suponen ningún
riesgo para el cerebro.
Un estado epiléptico es una situación de crisis epiléptica continua o
de crisis muy repetidas. Se trata de una situación muy grave que precisa
tratamiento urgente hospitalario.
Cuando una crisis dura más de 5
minutos es poco probable que se detenga sola. Por este motivo, las crisis que
se prolongan más de 5 minutos suponen una urgencia médica y deben ser atendidas
de manera urgente para evitar que evolucionen hacia un estado epiléptico.
Afortunadamente, el estado epiléptico no es una patología muy
frecuente. No obstante, hay determinadas personas que presentan un mayor riesgo
de presentarla, como son los niños y las personas ancianas. También presentan
una mayor probabilidad de tener un estado epiléptico aquellas personas epilépticas
que no toman adecuadamente su tratamiento o que lo suspenden de forma brusca.
Por último, igual que existen diferentes tipos de crisis epilépticas
también podemos diferenciar varias clases de estados epilépticos. En líneas
generales, distinguimos aquéllos con movimientos tipo “convulsión” o estados
epilépticos convulsivos, de otros sin movimiento o estados epilépticos no
convulsivos
Estado convulsivo generalizado
Suele ser fácil de reconocer, dado que la persona presenta una crisis
convulsiva generalizada, que no cede espontáneamente o bien vuelve a presentar
una segunda crisis antes de recuperar la consciencia. Es el tipo de estado
epiléptico más grave, y precisa tratamiento médico urgente.
Estado convulsivo no
generalizado
Este tipo de estado epiléptico, es más difícil de reconocer. Se
caracteriza porque la persona que lo padece comienza a actuar de una forma
extraña o a decir cosas que no tienen sentido. A veces incluso puede tener una
conducta un tanto agresiva. En ocasiones se puede asociar una situación de
somnolencia fluctuante que no está en relación con la toma de su tratamiento
habitual.
En caso de un paciente epiléptico presente este tipo de conductas o
somnolencia excesiva, debe ser valorado por un neurólogo por la posibilidad de
que presente un estado epiléptico no convulsivo que requiera un tratamiento
específico.
Medicación de rescate
Algunas personas con epilepsia presentan alto riesgo de presentar
crisis prolongadas y, por tanto, un estado epiléptico. En estos casos el
neurólogo puede recomendar el uso de fármacos especiales que pueden ser
administrados por la familia o cuidadores del paciente en caso de una crisis
que supere los 5 minutos. También se pueden usar en caso de crisis repetidas en
un corto espacio de tiempo.
De esta manera se iniciaría el tratamiento de forma precoz, antes
incluso de que llegaran los servicios de Urgencias. Este tratamiento rápido
disminuye el riesgo de que la crisis se convierta en estado epiléptico y, por
tanto, mejora el pronóstico.
El uso de estos tratamientos es sencillo, pero requiere un
entrenamiento básico para evitar accidentes. La persona que lo usa debe estar
capacitada para reconocer cuándo una crisis convulsiva es realmente prolongada
o se considera que está repitiéndose de forma demasiado frecuente. No debe
usarse a la ligera, ya que entraña riesgo de depresión respiratoria. Tampoco es
recomendable sobrepasar la dosis recomendada por su médico.
Existen dos tipos fundamentales: diazepam rectal y midazolam bucal,
ambos del grupo de las “benzodiacepinas”. El primero es el más antiguo y puede
usarse a cualquier edad, aunque es más incómodo dado la forma de administración
a modo de supositorio. El segundo es algo más moderno y cómodo, aunque no se
recomienda en niños muy pequeños.
Se administra con una jeringuilla sin aguja, dejando el líquido en la
mucosa bucal para su absorción, de forma que no debe tragarse. Estas formas de
administración hacen que el fármaco pueda comenzar a actuar de forma rápida en
el cerebro (muchísimo más rápido que si se tomaran vía oral), lo cual es
fundamental.
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