La rotura del ligamento cruzado anterior (LCA) es una lesión frecuente. Estas lesiones han aumentado de manera considerable debido al incremento de la actividad física en la sociedad actual. Esta incidencia es notablemente más alta en los deportes de contacto y los que exigen girar sobre la rodilla, como ocurre en el fútbol, baloncesto o en el esquí. Estos días de Juegos Olímpicos, hemos visto cómo Carolina Marín se lesionaba en pleno partido dicho ligamento, por segunda vez.
Las rodillas con un LCA dañado están predispuestas a lesiones meniscales y cartilaginosas y a la aparición de signos degenerativos tempranos que pueden resultar irreversibles, cuya solución resulta más difícil en individuos jóvenes.
Las mujeres que practican actividades deportivas tienen entre dos y ocho veces más roturas de LCA que los hombres que practican los mismos deportes. Entre las posibles causas se han señalado: las diferencias en el ángulo Q, la morfología de la articulación de la rodilla, las dimensiones pélvicas, el entrenamiento y el estado hormonal durante el ciclo menstrual. También se ha considerado la menor protección de los músculos sobre los ligamentos de la rodilla.
El ligamento cruzado anterior es un ligamento situado en el interior de la articulación de la rodilla, de pequeño tamaño, pero de gran importancia funcional.
Se denomina cruzado por adoptar dicha disposición en el espacio, en relación al denominado ligamento cruzado posterior (LCP), y a los ejes de la rodilla, tanto en el plano frontal como sagital o lateral.
Ambos ligamentos cruzados constituyen el pivote central de la rodilla y controlan los desplazamientos de la tibia sobre el fémur, tanto en el sentido antero-posterior como rotacional.
El ligamento cruzado anterior tiene la siguiente función:
• Evitar el desplazamiento hacia delante de fémur sobre la tibia.
• Estabilizar la rodilla cuando se produce la rotación de la misma.
El mecanismo lesional suele ser un cambio brusco de dirección, mientras la pierna y el pie siguen fijos en el suelo, produciéndose rotación y torsión en valgo de la rodilla tras la cual, y durante las primeras horas, se produce dolor e inflamación e impotencia funcional.
Una punción de la rodilla con hemartrosis (sangre en la articulación) supone, en el 80% de los casos, una rotura del LCA.
Para un diagnóstico efectivo es necesario realizar además de la exploración clínica, una serie de pruebas complementarias como la resonancia magnética nuclear (RMN).
La mayoría de los pacientes necesitan operarse, puesto que la inestabilidad de la rodilla la pueden llegar a presentar no sólo en la práctica deportiva, si no en otras actividades cotidianas.
Aunque en algunos casos de pacientes más sedentarios, con roturas parciales, más mayores y/o que no presentan inestabilidad franca, un programa de rehabilitación y fortalecimiento de estructuras adyacentes puede ser el tratamiento indicado.
Respecto al tratamiento quirúrgico, denominado plastia del LCA, consiste en una artroscopia y mini incisiones para sustituir el ligamento lesionado por un tendón del paciente. Se puede emplear parte del tendón rotuliano con dos extremos óseos (conocido como HTH), o los tendones isquiotibiales (semitendinoso y recto interno, en una técnica de 4 fascículos) de la propia rodilla, es decir, injertos autólogos.
TRATAMIENTO DE FISIOTERAPIA
El plan de tratamiento de fisioterapia para el ligamento cruzado anterior de la rodilla, tanto pre como post quirúrgico tiene como objetivo buscar la mayor funcionalidad y evitar el riesgo de una nueva lesión.
Los objetivos principales en el tratamiento se basan en eliminar la inestabilidad, restaurar la función articular y la movilidad, recuperar la fuerza y las capacidades físicas previas a la lesión y prevenir los procesos degenerativos articulares a largo plazo. Podemos distinguir varias fases en el tratamiento. Actualmente, estos tratamientos se realizan en fisioterapia hospitalaria, una vez el paciente ha sido valorado por el médico rehabilitador.
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