El sueño es un proceso vital donde cada fase del sueño cumple funciones específica para reparar, equilibrar y restaurar el organismo. Cuando ese ciclo se interrumpe, especialmente en las etapas más profundas, el cuerpo no solo se cansa, se descompensa.
El sueño profundo, también conocido como sueño de ondas lentas, es el momento en que el cerebro se desacelera por completo, los músculos se relajan, el sistema inmunológico se regenera, la hormona del crecimiento se libera y las toxinas cerebrales comienzan a ser eliminadas, es ahí donde comienza la verdadera reparación celular. Pero si el sueño es interrumpido durante esta etapa de sueño profundo, el cerebro queda a medio camino, las hormonas quedan desreguladas y la arquitectura del sueño se fragmenta. Cada vez que el sueño profundo se ve cortado el cuerpo se ve obligado a reiniciar el ciclo del sueño desde las fases superficiales, impidiendo que se alcancen los beneficios más restauradores generando un acúmulo de fatiga, una disminución en la consolidación de la memoria, un aumento del cortisol, y una disminución de la sensibilidad a la insulina que puede desencadenar con el tiempo problemas metabólicos.
Una forma de enfrentar el envejecimiento es cuidando mucho el sueño para proteger el sistema inmune y sin olvidar una dieta muy variada para alimentar ese sistema inmune, condicionando así cuántos años vamos a vivir y cómo los vamos a vivir refiriéndonos a la buena calidad de esos años vividos. Se ha visto que la longevidad no solo viene determinada en el material genético, los famosos telómeros, sino también por la epigenética, ésta explica el 80% del envejecimiento y está influenciada por lo que ocurre en nuestro entorno, lo que comemos, lo que dormimos... se ha comprobado que la epigenética se ve afectada por algo que se ha puesto en conocimiento en la sociedad ya, como son por ejemplo los disruptores endocrinos, sustancias que pueden interactuar con nuestro material genético. En este sentido lo que más nos va a proteger frente al envejecimiento es el sistema inmune. Por ello, debemos cuidarlo, mimarlo con una buena alimentación y un buen descanso.
Al dormir mal, el sistema inmunológico se ve afectado, la inflamación sistémica aumenta y el cuerpo se vuelve más vulnerable a infecciones y enfermedades crónicas.
A nivel emocional, la interrupción del sueño profundo está relacionada con irritabilidad, ansiedad, dificultad para regular emociones e incluso trastornos del estado de ánimo.
A nivel cardiaco, al interrumpirse el sueño profundo con frecuencia también implica una serie de cambios, como elevación de la tensión arterial favoreciendo un estado de hiperactividad simpática sostenida aumentando el riesgo cardiovascular.
El sistema digestivo también se resiente por la falta de sueño alterando la motilidad intestinal, se cambia la microbiota y se exacerban cuadros como el síndrome del colon irritable.
Nuestro sueño es cíclico y se divide en periodos de 90 minutos durante las horas que pasamos dormidos. El sueño nocturno se organiza en 4 o 5 ciclos comprendidos a lo largo de 8h. Cada ciclo dura de 90 a 120 minutos y comprende a su vez 5 etapas diferentes, tal y como se puede ver en la diapositiva.
Estas etapas progresan desde el sueño liviano hasta la que se conoce como etapa REM por sus siglas en inglés (Rapid Eye Movement), movimientos oculares rápidos, luego comienza nuevamente con la etapa 1. Los primeros ciclos de la noche tienen períodos REM relativamente cortos y lapsos de sueño profundo, pero más tarde en la noche, los períodos REM se alargan y el tiempo de sueño profundo se acota.
Entonces. ¿Qué es el insomnio?

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