El pie cavo es una deformidad con arco plantar elevado que genera dolor, inestabilidad y mala distribución del peso. Puede deberse a causas neuromusculares, lesiones o genética. Su tratamiento va desde plantillas hasta cirugía en casos graves.
El pie cavo es una anomalía del pie también conocida con pie cavus, en la que el arco plantar es mas alto de lo normal, lo que hace que cuando estamos de pie, se distribuya mal el peso sobrecargándose más el talón y la parte delantera del pie y dedos, en lugar de distribuirse de forma equilibrada en todo el pie.
¿Qué síntomas provoca?
El pie cavo suele provocar:
- Dolor en la zona del arco y del talón (talalgia), así como en la parte plantar de los dedos (metatarsalgia).
- Sensibilidad o calambres en los dedos.
- Callosidades plantares.
- Inestabilidad en los tobillos provocando torpeza y cambios en la forma de caminar.
- Tensión muscular excesiva que conduzca a rigidez en las articulaciones del pie o a procesos inflamatorios de los tendones (tendinitis).
- favorece la aparición de dedos en garra o en martillo.
- dificultad para estar de pie largos periodos.
¿Qué causas tiene?
El pie cavo se produce por un desequilibrio entre los músculos que controlan el arco del pie que se contraen en exceso.
Hay diferentes causas que puede favorecerlo como ocurre en las personas que padecen traumatismos o lesiones repetitivas (esguinces, fracturas, torceduras, etc. en pies), lo que puede contribuir a desequilibrar las diferentes estructuras del pie.
Aquellos pacientes con enfermedades neuromusculares como espina bífida, parálisis cerebral, enfermedad de Charcot-Marie-Tooth y otras puede provocar espasticidad y favorecer la aparición de pie cavo.
También se ha indicado como causa cierta predisposición genética.
¿Cómo se diagnostica?
- Evaluación clínica: un proveedor de atención médica realizará un examen físico para evaluar el arco, la marcha y la presencia de cualquier síntoma.
- Evaluación neurológica: en muchos casos, se puede realizar una evaluación de la función nerviosa, como electromiografía (EMG) y estudios de conducción nerviosa, para identificar afecciones neurológicas subyacentes.
- Estudios de imágenes: se pueden utilizar rayos X para evaluar la estructura del pie y la alineación de los huesos.
Tratamiento
Los tratamientos más comunes son:
- Plantillas, que deben realizarse de forma personalizada para corregir los apoyos y hacerlos más uniformes.
- Uso de zapatos en los que se puedan adaptar las plantillas y que sujeten bien sin oprimir y con buena amortiguación en la marcha.
- Puede ser beneficiosa la fisioterapia dirigida para mejorar flexibilidad, evitar espasticidades y fortalecer los músculos. Debe incluir ejercicios de fortalecimiento, estiramientos, movilización articular, entrenamiento de la marcha y del equilibrio, reeducación neuromuscular y por último masaje que ayude a relajar los músculos tensos, aliviar el dolor y mejorar la circulación en la zona afectada.
- En ocasiones puntuales puede ser necesario tomar analgésicos.
- En casos severos y con gran deformidad puede ser necesaria la cirugía, siempre que se hayan agotado los tratamientos conservadores y en caso de deformidad severa o alteraciones de la movilidad o funcionalidad del pie que le impida caminar.
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