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jueves, 19 de mayo de 2022

 

INSUFICIENCIA VENOSA CRÓNICA

La Insuficiencia Venosa Crónica ( IVC), es la incapacidad de las venas para realizar el adecuado retorno de la sangre al corazón, lo que provoca la acumulación de ésta en las piernas, dando lugar a diferentes síntomas y problemas.

Las venas y arterias juegan un papel fundamental en el correcto funcionamiento de nuestro sistema circulatorio, puesto que son las encargadas de transportar la sangre desde el corazón a todo el cuerpo en dos direcciones: desde el órgano a las diferentes partes del organismo –arterias-, y a la inversa –venas-. Las paredes de las venas tienen unas válvulas diminutas que se abren y se cierran, y sirven para ayudar a controlar la presión y el flujo de la sangre, facilitando su adecuado retorno al corazón.

En el caso de las piernas, existen fundamentalmente dos sistemas que permiten que la sangre venza la fuerza de la gravedad y regrese al corazón:

       Las válvulas que existen en las paredes de las venas. Sólo tienen un movimiento unidireccional ascendente hacia el corazón, lo que permite el flujo.

       El segundo sistema es conocido como bomba muscular. Las venas de las extremidades inferiores se encuentran situadas entre los músculos, por eso, con cada paso que damos, se produce una contracción muscular que exprime las venas y permite el flujo ascendente de la sangre. Este es el motivo por el que se aconseja caminar o realizar ejercicio físico para favorecer la circulación.

Sin embargo, cuando las venas de las piernas pierden elasticidad, se dilatan y provocan que las válvulas estén muy separadas unas de otras y no cierren bien. Como consecuencia, la sangre, atraída por la fuerza de la gravedad, se acumula en las piernas, produciendo la Insuficiencia Venosa Crónica (IVC), una enfermedad cuyas principales manifestaciones son las varices y las piernas cansadas. El sedentarismo y la falta de ejercicio también pueden predisponer al desarrollo de esta patología, dado que la bomba muscular no se activa.

En general, puede decirse que la IVC es más frecuente en mujeres a partir de los 35 y 40 años, por una predisposición hormonal, y su prevalencia aumenta con los embarazos y con la edad (a partir de los 50 años, la mitad de la población la padece). Esta patología tiene mucho que ver con el estilo de vida, por lo que resulta fundamental prevenirla y tratarla cuanto antes.

El control de los signos y la evolución de la IVC es importante para evitar que el paciente presente complicaciones, como tromboflebitis o trombosis venosa profunda. Ésta última afecta al sistema venoso profundo y consiste en la presencia de un trombo (coágulo) en el interior de una vena. La localización más frecuente de esta patología es en los miembros inferiores. Puede dar lugar a complicaciones importantes como un embolismo pulmonar con consecuencias muy graves.

Por este motivo, es importante un abordaje integral de la patología, con el objetivo de reducir la evolución de la IVC y minimizar la aparición de complicaciones que puedan comprometer la vida del paciente.  



CAUSAS

       La edad y los factores genéticos. Con el paso de los años, el revestimiento elástico de las venas empieza a debilitarse, incrementando así la posibilidad de que las venas se dilaten. Así mismo, el factor genético influye en la aparición de insuficiencia venosa de manera directa. De hecho, es una de las enfermedades que más se hereda.

       El embarazo. Las hormonas propias de este estado provocan la dilatación de las venas. Se trata de un proceso necesario que contribuye a que llegue más sangre al útero con los nutrientes y el oxígeno necesarios para que el feto pueda crecer,   también pueden facilitar el desarrollo de la IVC y la aparición de varices. Además, el útero, al crecer, comprime las venas de drenaje de la pelvis, lo que dificulta el vaciado de la sangre de las piernas y también hace que las venas se dilaten. También influyen en esta etapa el aumento de peso y la disminución de la actividad física. 

       Alteraciones hormonales. La enfermedad venosa es más frecuente en la mujer debido a la influencia hormonal. .El consumo de anticonceptivos puede aumentar la permeabilidad venosa y su dilatación. 

       El sobrepeso. El peso corporal excesivo incrementa la presión en las venas de las piernas y agrava su estado, lo que deriva en un mayor riesgo de aparición de IVC y complicaciones asociadas.

       La vida sedentaria y falta de ejercicio. El sedentarismo o la inactividad influyen directamente, ya que el estar de pie de manera prolongada incrementa la presión en las venas.

       La vertiente ocupacional. En las actividades laborales en las que se pasan muchas horas seguidas de pie o sentado, o que implican muchos viajes largos en periodos cortos, las posturas adoptadas con las piernas y la inmovilidad dificultan la correcta circulación sanguínea, lo que puede evolucionar en problemas circulatorios como la IVC. 

       El calor. Habitualmente, en verano se agravan los síntomas más frecuentes de la IVC. El calor provoca que las venas se dilaten, con lo que, por efecto de la gravedad, la sangre se acumula en las piernas, intensificando la sensación de pesadez y cansancio y agudizando los problemas de circulación. Por ese motivo, hay que evitar temperaturas altas en las zonas de las piernas y evitar el uso de mantas eléctricas, braseros, etc.

SÍNTOMAS

La IVC es un problema que no desaparece con el tiempo, por lo que cuanto antes se diagnostique y se trate, mayores son las posibilidades de prevenir las complicaciones asociadas y el progreso de la enfermedad.

       Dolor, hormigueo, pesadez y cansancio habitual en las piernas. Estas molestias pueden distinguirse de otras porque se agudizan al estar en reposo y con el calor, y por el contrario disminuyen al levantar las piernas y con el frío.

       Hinchazón de la parte inferior de las piernas y los tobillos. Especialmente después de períodos prolongados de pie.

       Calambres nocturnos. También se conocen como ‘síndrome de las piernas inquietas’. Pueden dificultar la conciliación del sueño y el descanso.

       Sensación de calor, enrojecimiento, sequedad y picor constante en la piel. Se debe a que el exceso de sangre retenida provoca un aumento de la temperatura, por lo que la piel se deshidrata y origina estos efectos.

       Arañas vasculares o telangiectasias. Son dilataciones de los capilares, a nivel superficial, que se traducen en pequeñas líneas rojizas o violetas con aspecto de telaraña. Son antiestéticas pero indoloras e inofensivas.

       Varices reticulares. Son dilataciones de las venas de pequeño tamaño que aparecen en una zona de la piel más profunda que las telangiectasias; en la dermis reticular.

       Varices o venas varicosas. Constituyen el signo clínico más prevalente y conocido de la IVC. Son dilataciones y alargamientos de las venas superficiales, que se producen cuando la insuficiencia venosa se prolonga en el tiempo.

       Signos dérmicos. Alteraciones cutáneas de la piel producidas por la mala circulación: dermatitis, eccemas, hiperpigmentaciones, etc.

       Úlceras venosas. es  el estadio más avanzado de la enfermedad. Es la pérdida localizada o irregular de epidermis y dermis. Tienen forma redondeada u oval, y son superficiales con los bordes mal delimitados.  Generalmente, se cronifican o se convierten en recurrentes. Tienden a sobreinfectarse y pueden ser invalidantes, afectando en gran medida a la calidad de vida de los pacientes. Es frecuente que dejen secuelas en la piel.  

TRATAMIENTO

Actualmente no existe un tratamiento definitivo que permita recuperar totalmente el daño producido en el sistema venoso, pero existen diversos tratamientos disponibles para el abordaje de la IVC:

       Adopción de hábitos de vida saludables.  hay una serie de ejercicios específicos de “higiene venosa” que favorecen la circulación de las piernas .

       Terapia compresiva.  Su función es ejercer presión sobre las piernas para facilitar el buen funcionamiento del sistema de retorno venoso y, por lo tanto, que la sangre ascienda correctamente. Ejercen una presión decreciente desde el tobillo hasta la cintura (panty), rodilla (medias cortas), o ingle (media larga), y se clasifican en medias de compresión ligera, normal y fuerte. Es importante que las medias se coloquen antes de levantarse de la cama.

       Terapia farmacológica. Dentro de los tratamientos farmacológicos, existen sustancias con efecto flebotónico (diosmina, oxerutina, rusco, castaño de indias, etc.), que suelen ser principios activos naturales como flavonoides, que reducen la fragilidad capilar y cuya intención es mejorar los síntomas. Pueden ser administrados de forma tópica, como geles y cremas, o bien de forma oral, como cápsulas y comprimidos. Estos tratamientos son complementarios, y en ningún caso reemplazan a la terapia compresiva.

       Cirugía. El tratamiento mediante cirugía puede ser necesario en ciertos casos.

El diagnóstico se completa con una prueba denominada eco-doppler, que es una variedad de ecografía y constituye la prueba de referencia para el diagnóstico. Mediante el empleo de ultrasonidos, esta técnica permite visualizar el flujo, dirección y velocidad de la sangre en los vasos sanguíneos.

 

10 CONSEJOS PARA MEJORAR LA CIRCULACIÓN VENOSA Y ALIVIAR SUS SÍNTOMAS

Muchas de las causas de esta patología están relacionadas con el estilo de vida, por lo que podemos ayudar a  aliviar los dolores y la sintomatología inherente a esta afección mediante unos hábitos saludables y unas sencillas rutinas diarias que nos ayudarán a ganar en calidad de vida.

       1. Evita permanecer de pie, quieto o sentado largos periodos de tiempo.
Cuando por trabajo o viajes largos en coche, avión o autobús, debas permanecer mucho tiempo sentado, mejor no cruces las piernas y utiliza un reposapiés. Tanto si se estás sentado como de pie durante largos periodos, mueve frecuentemente los pies y las piernas y da breves paseos.

       2. Elevar las piernas.
Para mejorar el funcionamiento de las venas y tras un tiempo sentado o de pie, túmbate y eleva las piernas por encima del nivel del corazón.

       3. Utiliza medias terapéuticas.

Valorar el grado de compresión y talla más adecuados.

       4. Sigue una dieta equilibrada y baja en sal.
Tanto el sobrepeso como el estreñimiento pueden afectar a la circulación. Para prevenirlos, es clave una dieta rica en fibra, frutas, verduras y cereales; así como reducir al mínimo el consumo de sal para retener menos líquidos.

       5. Hidratación, por dentro y por fuera.
Bebe entre 1,5 ó 2 litros de agua diariamente, e hidrata también la epidermis con productos especializados (cremas, etc.), para mantener la piel elástica y activar la circulación sanguínea.

       6. El deporte, fundamental.
Es aconsejable la práctica de ejercicio físico moderado de manera regular. La natación o caminar diariamente, bailar, gimnasia y la bici, ayudan a activar la circulación sanguínea. Y existen también rutinas de ejercicios sencillos indicados específicamente para la IVC.

       7. Tras la jornada, activa el riego con una ducha y un masaje.
Al finalizar la ducha diaria, aplica agua fría a las pantorrillas en sentido ascendente para aliviar la sensación de pesadez. También ayudan los masajes con geles fríos, desde el pie a la rodilla en sentido ascendente, para activar el retorno sanguíneo.

       8. El calzado y la ropa, mejor amplios.
Las prendas de ropa muy ajustadas no son aconsejables, ya que pueden dificultar el retorno venoso desde las piernas al corazón. Y mejor usa calzado ancho y cómodo, sin un tacón excesivo.

       9. Evita el calor.
Dado que las altas temperaturas favorecen la dilatación de las venas, intenta evitar las fuentes de calor dirigidas directamente a las piernas: no se debe tomar el sol en las piernas de manera prolongada, ni depilarse con cera caliente, o utilizar braseros o saunas.

       10. Consulta con el profesional sanitario.
 Para orientarte acerca de complementos alimenticios, geles para piernas cansadas y medicamentos específicos.  


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